sábado, 6 de junio de 2009

Carta a Madre Isabel

Querida Madre Isabel, nos llenó de ilusión y de orgullo la carta que nos mandaste. Aunque nosotras ya nos habíamos visto en alguna ocasión durante estos largos años, las demás compañeras no habían sabido de ti, y he de confesar que ese primer contacto con aquella profesora de la infancia fue, cuanto menos, emotivo y conmovedor.

Le pedí a tu prima Nati que nos hiciera el honor de leer tu mensaje por aquello de que hay algo en su timbre de voz que me recuerda a ti y pensé que a las compañeras les ocurriría lo mismo. He de confesar que no había hecho más que empezar cuando sentí esa antiguo pellizco en el estómago, comprobé que la sensación era común a todas, de repente nos convertíamos de nuevo en tus alumnas, escuchar nuevamente tus palabras fue una nueva lección, pero en este caso de generosidad, consideración y gratitud por tu parte, un placer más para nuestros corazones que se tornó nudo en la garganta al escuchar lo de las “nubes oscuras” que, como tú bien sabes, habitan en el alma de muchas madres. Se produjeron unos minutos de silencio que se prolongaron incluso unos segundos después de que Madre Nati terminara de leer, quizás promovidos por la reflexión a la que nos condujiste, silencio roto después por un gran aplauso de sincera gratitud que aquí te trasmito.

Los preparativos de todo esto nos han hecho recordar y avivar el fuego de antiguas amistades algo aletargadas por el paso de los años y por el acarreo de responsabilidades, pero sin duda el acto mereció la pena. El reencuentro motivará reuniones posteriores y desde hoy tendrá sentido porque creará nuevos compromisos con algunas compañeras que no se encuentran en su mejor momento. Fue un día grande en todos los sentidos de la palabra. Muchas fueron apareciendo algo despistadas pero con la certeza de que volvían a un camino conocido, volvían a su Antiguo Colegio. En el recibidor se vivieron momentos tiernos y emocionantes. El reencuentro con personas que empezamos nuestra vida juntas y que no nos habíamos visto en muchos años nos hizo volver la vista atrás y sentir la gratitud hacia nuestro colegio donde nos inculcaron tantos valores, tan escasos por otra parte en la sociedad actual. Es curioso, si en la edad adulta pierdes el contacto con alguien, al siguiente reencuentro te sientes rara y poco cómoda, sin embargo la gente que conociste en tu infancia pertenece a uno mismo y ya pueden pasar 25 años que… como si nada, el lujo de haberse conocido en la infancia forja una amistad que perdura por siempre.

Gracias Isabel por tus hermosas palabras, por mostrarte como eres ante nosotras en nuestra edad adulta y por haberte hecho presente aquel día entre nosotras. Gracias. En la Eucaristía se pidió por el alma de los que ya no estaban con nosotros, entre otros, M. Irene. Envía un fuerte abrazo a M. Francisca a la que también recordamos con cariño.

Ana Gaviño Lechuga

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